Aunque el término “Smart City” (ciudad inteligente) es relativamente reciente, eso no ha evitado que Latinoamérica haya lanzado sus propias iniciativas.
El fenómeno de la urbanización no ha hecho más que acentuarse desde la segunda mitad del siglo XX. En 1950, apenas el 42% de la población de la región vivía en ciudades. Poco más de 50 años después, más de la mitad de la población mundial ya estaba viviendo en ciudades. Se espera que el número aumente al 60% para 2030.
Lógicamente, esta elevada concentración urbana plantea una serie de desafíos. Hoy en día, si bien solo ocupan el 3% del planeta, las ciudades representan entre el 60% y el 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono. Sin embargo, los retos no se limitan a solucionar problemas energéticos y de sostenibilidad.
También están relacionados con las siguientes áreas: infraestructura, saneamiento, transporte, vivienda, seguridad, empleo, salud, educación, comunicación y ocio.
Frente a estos desafíos surge el término “Smart City” (ciudad inteligente). Aun así, la definición puede variar. En este blog, trataremos de determinarla de forma definitiva.
¿Qué es una ciudad inteligente o Smart City?
PwC define una ciudad inteligente como un lugar habilitado, impulsado e integrado por tecnologías digitales. Aunque útil, esta definición resulta un tanto nebulosa.
¿Por qué no complementarla con la definición de BBVA OpenMind? “Una ciudad inteligente funciona como un gran organismo que comparte información sobre su condición”. El gobierno, los empleados públicos, las empresas y los ciudadanos se convierten en fuentes de datos en tiempo real. Lo anterior no solo permite conocer el estado de la ciudad en cualquier momento. También la hace más accesible al público.
En su definición, Thales —multinacional especializada en la fabricación de dispositivos de geolocalización— se enfoca en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) que conforman dicho organismo. Microsoft lista las siguientes tecnologías:
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El Internet de las cosas (IoT)
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Realidad aumentada (AR)
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Electrificación
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Internet de la gente
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Intercambio de datos
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Personalización de servicios
Historia y beneficios de las ciudades inteligentes
El término “Smart City” data de los noventa, pero el concepto detrás del mismo es más antiguo. Independientemente de su origen, varios obstáculos habían evitado que se volviera realidad. Entre estos destacan las limitaciones de la tecnología, los recursos y la experiencia. Sin embargo, eso ha estado cambiado en las últimas dos décadas.
Gracias a la mayor demanda de acción climática, el diseño circular y la proliferación de dispositivos móviles, las ciudades inteligentes ya no son ciencia ficción. Son proyectos muy reales. De hecho, las nuevas formas de trabajar y la mayor alfabetización de datos —resultado de la pandemia de COVID-19— también han contribuido a su desarrollo.
¿Pero cuál es el objetivo de una ciudad inteligente? No basta con que implemente y promueva el desarrollo sostenible. También debe mejorar la calidad de vida.
Según la Comisión Europea, una ciudad inteligente ofrece los siguientes beneficios:
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Redes inteligentes de transporte urbano
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Mejora de las instalaciones de suministro de agua y alcantarillado
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Formas más eficientes de gestionar la energía
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Administración municipal más interactiva y receptiva
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Espacios públicos más seguros
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) resalta otros beneficios:
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Inclusión social e igualdad
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Productividad e innovación
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Integración económica
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Igualdad de género
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Capacidad institucional y estado de derecho
¿Pero cómo luce una ciudad inteligente en la realidad? ¿Cuáles son sus beneficios tangibles? Más importante, ¿las ciudades inteligentes pueden existir en Latinoamérica?
Rio de Janeiro, la ciudad inteligente modelo en Latinomérica
La revolución de las ciudades inteligentes ha sido encabezada por Europa, China y Oriente Medio. Quizás han oído de NEOM, la ciudad más inteligente del mundo. Sin embargo, ha habido iniciativas en América y específicamente en Latinoamérica.
San Francisco fue una de las primeras ciudades inteligentes, producto del programa Connected Urban Development. Sí, su infraestructura moderna optimiza la gestión de la misma y continúa apuntando hacia un desarrollo ecológicamente sostenible. No obstante, también la ha preparado para las consecuencias del cambio climático.
El caso de Rio de Janeiro es similar. Gracias a la investigación Smarter Planet Initiative, la metrópolis brasileña recibió en 2010 el Centro de Operaciones de Rio de Janeiro (COR). A través de este, la ciudad analiza datos recogidos por sensores repartidos a lo largo de la región urbana y visualiza imágenes recogidas por miles de cámaras.
Gracias a esta infraestructura de sensores, COR es capaz de alertar —con precisión y antelación— sobre los riesgos climáticos. Ya que cuenta con un sistema de cámaras de monitoreo, COR también coordina la acción de los organismos competentes.
Por medio de SMS, web y redes sociales, la administración pública mantiene a la población informada en los momentos de crisis. También se instaló un sistema de sirenas de alarma en comunidades asentadas en áreas de alto riesgo.
Al comienzo de 2015, la administración pública de Rio de Janeiro inició el proyecto Data Rio. Esta plataforma concede acceso a la base de datos generados por el municipio —15.000 archivos con 400 terabytes de información— para estudio y proyectos, como el desarrollo de aplicaciones que ayuden a facilitar la vida de ciudadanos y turistas.
También está Carioca Digital, un portal web en el que se puede consultar toda clase de información. Estos incluyen la situación fiscal de inmuebles, las multas de tránsito, y los boletines e índices de desempeño escolar de estudiantes en escuelas públicas. A través de este portal se puede acceder a la Central 1746. Ahí, los ciudadanos pueden consultar sus solicitudes, el curso de los pedidos y abrir nuevas peticiones.
Si bien Rio de Janeiro es un buen ejemplo para otros países de Latinoamérica, la ciudad inteligente de Brasil aún tiene cosas por mejorar. Más allá de los persistentes problemas de seguridad y polución, sigue habiendo mucha desigualdad. Los próximos esfuerzos para modernizar la ciudad inteligente deben ir dirigidos a garantizar inclusión social e igualdad. ¿No es ese uno de los beneficios de las ciudades inteligentes?