Humanización de las IA: el papel del antropomorfismo en la era digital

No me mientas, todos sabemos que alguna vez has tratado a un objeto como si tuviera personalidad: mascotas, teléfonos, prendas de vestir o, incluso, nuestro propio carro.
Es común que muchas personas nombren a sus automóviles o hablen de ellos o con ellos, como si fueran mejores amigos o la "persona" en la que más confías.
Decir “mi carro es mi compañero de aventuras” o asignarle un nombre propio no es solo una muestra de cariño, sino también una forma de humanizar un objeto cuya función es simplemente transportarnos de un punto a otro.
Esto permite crear una relación emocional con algo inanimado, lo que puede influir en el cuidado que le brindamos y en otras aspectos de nuestra vida.
Ahora bien, te traigo este tema a colación porque en estos días estamos viviendo algo muy raro entre el antropomorfismo y la IA.
¿Como que la IA no es mi "mejor amiga"?
Hemos visto un aumento notable en la humanización de la inteligencia artificial. Yo en lo personal le digo de apodo a ChatGPT, "Chapi".
Este fenómeno, conocido como antropomorfismo, implica atribuir características, emociones e incluso intenciones humanas a sistemas que, en realidad, están diseñados solo para procesar datos y ejecutar algoritmos.
Es realmente fascinante, y a la vez un poco inquietante, cómo en nuestra vida cotidiana con tecnologías avanzadas, a menudo terminamos tratando a las máquinas casi como si tuvieran vida propia.
El antropomorfismo no es algo nuevo. Desde tiempos antiguos, los seres humanos hemos tenido la tendencia de dar forma y vida a los elementos que nos rodean, ya sean dioses, animales o incluso objetos inanimados.
Sin embargo, en esta era digital, el salto es aún más grande. Hoy en día, asistentes virtuales como Siri, Alexa, Zia o incluso chatbots más sofisticados pueden mantener conversaciones fluidas y responder de manera que nos resulta muy familiar.
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Este comportamiento, que está programado por sus creadores para alinearse con nuestra experiencia al comunicarnos, crea una ilusión de una conversación auténtica.
La facilidad con la que nos conectamos con estos sistemas a menudo nos hace olvidar que detrás de cada respuesta hay un complejo algoritmo de unos y ceros, códigos y razonamiento lógico, y no la capacidad de sentir o comprender como lo haría un humano.
Además, hace unos días el CEO de OpenAI, Sam Altman, le comento a un usuario de X (antes Twitter) que cuando los usuarios de ChatGPT le decían por favor y gracias, esto le costaba a la empresa cientos de millones de dólares, que no había una cifra exacta.
Claramente no es necesario. Pero creo que este tema de la educación y la IA sin tener en cuenta el antropomorfismo, ya da para otro blog.
No humanices a las IA y ten lectura crítica
Una de las preocupaciones más serias que surgen de este fenómeno está relacionada con la propagación de la desinformación. En un artículo reciente en The Washington Post advertía sobre cómo la tecnología basada en IA puede, sin querer, difundir datos inexactos o sesgados.
Al humanizar estas máquinas, les otorgamos un aire de confiabilidad que puede llevarnos a aceptar sus respuestas sin el rigor crítico que normalmente aplicaríamos. Cuando atribuimos a las IA una especie de autoridad o “alma”, corremos el riesgo de dejar de cuestionar la veracidad de la información que nos dan.
Un aspecto importante a considerar es cómo el antropomorfismo influye en nuestras relaciones con la tecnología. Es innegable que poder personalizar nuestra interacción con sistemas inteligentes nos brinda una sensación de cercanía y compañía.
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En un mundo que avanza rápidamente hacia la digitalización, donde las interacciones cara a cara son cada vez más escasas, estas “compañías” artificiales pueden, aunque sea de manera superficial, satisfacer nuestra necesidad de conexión emocional.
Sin embargo, este reemplazo se vuelve problemático cuando olvidamos que estamos tratando con números programados, diseñados para optimizar tareas, no para establecer vínculos.
Este sentimiento creado puede nublar nuestro razonamiento y quizá crear una dependencia hacia la IA que, al final del día, no posee sensibilidad ni ética propia.
Se debe mencionar algo y es que no se trata solo de una cuestión de imagen o estética en el diseño de sistemas, el antropomorfismo puede tener consecuencias muy reales.
Por ejemplo, aplicando este tema en el sector de la salud, la “calidez” que parece ofrecer una inteligencia artificial puede llevar a confusiones.
Los usuarios podrían compartir información sensible o tomar decisiones importantes basándose en recomendaciones que, aunque suenen empáticas y cercanas, provienen de un sistema que no tiene la capacidad de entender la complejidad de las emociones y el razonamiento humano.
Lee y aprende, y no te quedes solo con la definición de la IA
Ante esta situación, es fundamental desarrollar una educación digital que ayude a los usuarios a entender la verdadera naturaleza de la IA.
Reconocer que la empatía y la personalidad que muestran estas herramientas son, en última instancia, el resultado de la manera en que las moldearon sus creadores, es el primer paso para no caer en esta trampa emocional.
La educación digital se vuelve esencial para distinguir entre la simulación de sentimientos y la auténtica esencia humana. Esto fortalece la capacidad de cuestionar y validar la información, evitando que la percepción de “humanidad” en estos algoritmos superpuestos se utilicen para difundir desinformación o manipular opiniones.
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En resumen, la humanización de la inteligencia artificial refleja tanto nuestra propia naturaleza, como un desafío que debemos enfrentar en esta era digital.
La tendencia a otorgar características humanas a sistemas automatizados no solo surge de un profundo deseo de conexión, sino que también plantea riesgos relacionados con la credulidad y la dependencia tecnológica.
Seguir el norte está en aprovechar los avances que la IA nos ofrece, sin perder de vista su papel como una gran herramienta en nuestras vidas y no como el gurú/mesías que nos vino a salvar, recordando siempre que detrás de cada “conversación” hay un complejo sistema diseñado para simular respuestas, no para sentir.
Establecer una criticidad y una educación digital sólida es esencial para navegar en este entorno donde lo artificial y lo humano se entrelazan de maneras cada vez más inesperadas. Puedes fortalecer esa educación digital leyendo el blog de ManageEngine LATAM.
Solo así podremos disfrutar de los avances tecnológicos sin caer en la trampa del antropomorfismo, manteniendo nuestra capacidad de análisis y el valor único de lo que nos hace humanos en un mundo dominado por datos y algoritmos.
¿Eres de los que le dice "por favor" y "gracias" a tu IA preferida? Cuéntame qué opinas en los comentarios.
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