En la anterior parte de este blog, hablamos sobre el origen de los arreglos de trabajo flexible (ATF) y los beneficios por los cuáles cada vez más países los están adoptando. Ahora, haremos una retrospectiva de cómo fue la acogida de estos acuerdos dentro del marco de la pandemia y los obstáculos que hubo.

Cabe señalar que la mayoría de las estadísticas en este blog fueron obtenidas de El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe: la flexibilidad, ¿llegó para quedarse?, un estudio publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

 ¿Cómo se ha adoptado la flexibilidad laboral en Latinoamérica y el Caribe ?

Los acuerdos de trabajo flexible son una realidad en el Caribe. En Jamaica, el Comité para la Reforma del Mercado Laboral recomendó la implementación de arreglos de trabajo flexible en 1996 para modernizar el mercado. También ayudó a que el país pudiera competir en un mundo globalizado.

Desafortunadamente, no sucede lo mismo en la mayoría de Latinoamérica.

La primera legislación en materia de teletrabajo se hizo en Colombia en 2008. La siguiente fue en Perú en 2013. Aun así, las regulaciones sobre el tiempo de trabajo en la región son tan antiguas como rígidas. Muchos códigos de trabajo aún siguen los estándares establecidos tras la revolución industrial del siglo XIX.

Hoy en día, países como Bolivia, Colombia, Perú y Uruguay permiten ciertos arreglos. Estos incluyen promediar horas de trabajo o ciclos semanales. El trabajo a tiempo parcial también ha sido popular en Chile, Colombia, Ecuador y Paraguay.

Aunque el arreglo más popular sigue siendo el teletrabajo —el 78% de las empresas encuestadas por el BID entregaron equipos electrónicos para la conexión a distancia—, no fue la única solución implementada.

Diferentes países de la región emplearon desde horarios escalonados y distribución del trabajo por turnos con el fin de evitar aglomeraciones hasta la reducción y suspensión de la jornada laboral.

¿Cuáles países y sectores tuvieron una mayor adopción de ATF?

Según el estudio del BID, los países de Latinoamérica y el Caribe que emplean más arreglos de trabajo flexible son Chile (95%), Perú (82%), Costa Rica (79%), Barbados (79%) y México (78%). Al contrario, el uso de estos arreglos es menor entre las compañías en El Salvador (50%), Ecuador (53%) y Panamá (54%).

El mismo estudio también muestra que el mayor uso de arreglos de trabajo flexible se da entre los negocios de los sectores de educación (82%); otras actividades de servicios (79%); industrias manufactureras (74%); y transporte y almacenamiento (73%).

Al contrario, el uso de estos acuerdos es menor entre las empresas de los sectores de actividades de organizaciones y entidades extraterritoriales (54%); distribución de agua, evacuación y tratamiento de aguas residuales, gestión de desechos y actividades de saneamiento ambiental (60%); y actividades inmobiliarias (60%).

¿Qué obstáculos ha habido? 

Según el Informe macroeconómico de América Latina y el Caribe 2022, más de la mitad de los trabajadores de Latinoamérica y el Caribe son informales. Coincidentemente, un buen porcentaje de estos emplean ATF. A pesar de las desventajas que implican, muchas personas optan por estos empleos por su flexibilidad.

La informalidad ha hecho que el concepto de flexibilidad se asocie con la precariedad laboral. Si bien la capacidad de trabajar en cualquier lugar y momento puede conducir a tiempos irregulares, se requiere pedagogía sobre los beneficios de la flexibilidad laboral y cómo evitar abusos del empleador y el empleado.

La mejor forma para asegurar esto es por medio de una nueva legislación laboral que establezca los límites de los arreglos de trabajo flexible y los derechos del trabajador. Entre estos debe estar el derecho a la desconexión. Los gobiernos de Chile y Colombia ya tienen leyes para garantizarlo. Aun así, todavía se requiere un marco normativo sistemático.

Adicionalmente, el trabajo a tiempo parcial debe ser elegido por el trabajador. No puede ser una imposición del empleador para disminuir costos laborales. Sin importar que alguien desempeñe un trabajo de menor carga horaria, debe tener los mismos beneficios laborales y de seguridad social que un empleado de tiempo completo.

Acentuación de la brecha 

Según el estudio del BID, los trabajadores que emplean arreglos de trabajo flexible tienen menores chances de tener hijos en edad escolar y mayores chances de tener una computadora e internet en casa y un nivel de bienestar económico mayor. También hay una mayor probabilidad de que posean un empleo formal.

Los trabajadores en ocupaciones cuyas actividades requieren de habilidades más sofisticadas —tales como directores y gerentes— tienen una mayor probabilidad de usar estos arreglos que aquellos con ocupaciones que requieren habilidades menos complejas o cuyas responsabilidades sean más físicas.

Desafortunadamente, aquí puede verse que los arreglos de trabajo flexible también pueden acentuar las brechas de género y económicas entre los empleados. Esto va de la mano con el atraso de Latinoamérica en lo que respecta a infraestructura digital.

Eso no es todo. A pesar del auge de los arreglos de trabajo flexible, varios negocios encuestados dejaron de emplear estas opciones (12%) o nunca las adoptaron (19%). Las principales razones corresponden a la incompatibilidad con los sistemas de producción de la empresa y a que la legislación laboral no lo permite.

¿Qué hacer para adoptar exitosamente la flexibilidad laboral en Latinoamérica y el Caribe? 

Los arreglos de trabajo flexible son una tendencia mundial que los países de Latinoamérica y el Caribe continúan abordando. No solo deben considerarse nuevos derechos laborales, sino que deben llevarse a cabo otras acciones complementarias. Ya que los AFT dependen del uso de las nuevas tecnologías para una adecuada coordinación y supervisión, la inversión en mejor infraestructura es necesaria.

Sin importar qué hagan los gobiernos de Latinoamérica y el Caribe, la flexibilidad laboral llegó para quedarse. Cada vez más trabajadores optan por empleos con ATF, ya que denotan una preocupación por su bienestar. Lógicamente, esta transformación debe lograrse sin descuidar las necesidades productivas de las empresas.